dimecres, 8 d’octubre del 2008

Serie A



Christian Abbiati, el portero del Milan que jugó la temporada pasada en el Atlético, ha salido del armario político. Siempre fue fascista en privado, pero ahora, tras confesar en una entrevista que, aunque rechaza "las leyes raciales y la alianza de Mussolini con Hitler", todavía comparte los ideales fascistas de "la patria, la religión católica y el orden", es ya un fascista en público.

Abbiati es algo así como el nuevo Di Canio, aquel habilidoso extremo derecho que jugó en el Lazio y después en Inglaterra, donde sus éxitos con el pie apenas consiguieron disfrazar su cabeza exaltada. Se dice que el calcio ha sido siempre silenciosamente de derechas, como sus ultras -salvo excepciones como la del Livorno (y Cristiano Lucarelli)-, y en estos extraños tiempos que vive Italia, en los que incluso ministros como Ignazio La Russa se atreven a celebrar el día de la República lanzando proclamas revisionistas, la barra libre parece haberse abierto para todos.

"Los futbolistas saben que, con el viento que sopla en la Italia actual, declarar esa verdad no supone ya un peligro para sus carreras", ha escrito esta semana La Repubblica. El ejemplo de Abbiati, que además guarda una estatua de Mussolini en su casa, es especialmente curioso porque el portero es un habitual entre los líderes de Cuore Nero, sucursal neofascista de culto para los ultras del Inter, el eterno rival. ¿Qué pensarán de eso los tifosi del Milan? De momento, solamente en Zúrich, donde el equipo jugó en la Copa de la UEFA el jueves, el portero fue recibido con pancartas de protesta.

Pero su caso está lejos de ser único. Hay varias figuras del calcio que han sido asociadas al fascismo. El más conocido es Gianluigi Buffon, portero del Juventus, que fue denunciado por la comunidad judía de Roma por llevar la camiseta con el siniestro número 88 que remite al funesto Hitler. "No lo sabía", dijo, aunque luego escribió en otra camiseta el eslogan mussoliniano, Boia chi molla (A la guillotina el que se rinda) y, durante las fiestas de celebración del Mundial de 2006, se presentó con otra pancarta polémica, Fieri di essere italiani (Orgullosos de ser italianos), cruz celta incluida.

Entre los fascistas por azar se encuentra el madridista Fabio Cannavaro, capitán de la selección, que hizo ondear una bandera italiana con un signo fascista. "No soy un nostálgico, pero no soy de izquierdas", jura ahora el napolitano, que en 1997 promocionó en la radio las colonias de verano Evita Peron, gestionadas por la derecha radical. Según su representante, Gaetano Fedele, fue "instrumentalizado sin saberlo".

Otro portero, Matteo Sereni, salido de la muy derechista cantera del Lazio, juega hoy en el Torino y duerme con el busto de Mussolini sobre la cabecera de la cama.

En Roma, los expertos han notado un peligroso contagio entre la curva neofascista y algunas jóvenes estrellas locales. Daniele De Rossi, mediocentro y capitán cuando falta Totti, simpatiza con Forza Nuova. Su colega de puesto y selección, Alberto Aquilani, colecciona bustos del Duce y comulga con la corriente xenófoba que aqueja al país: "Los inmigrantes son un problema".

Esvásticas en los estadios, episodios racistas en los partidos (seis en la última temporada) y jugadores negros insultados por los defensas los hay en muchos sitios de Europa. Pero Mario Balotelli, la espigada y potente promesa del Inter, italiano negro de origen ghanés, sabe que el fascismo fue inventado en Italia, como comprobó en un partido contra los juveniles del Ascoli. "Desde el principio hasta el final, me estuvieron diciendo: 'No hay negros italianos'. Era el eslogan de los fascistas. Me quería ir del campo", recuerda.

Pero, ya se sabe, el fútbol mueve montañas. Quizá por eso Ricardo Quaresma, el extremo portugués de etnia gitana que ha llegado del Oporto al Inter de la mano de su paisano José Mourinho, fue recibido por docenas de tifosi interistas cuando llegó al aeropuerto. Semanas después, los Cuore Negro han festejado con pintadas racistas la muerte de un gitano rumano de 14 años en un incendio fortuito.
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También está Luciano Moggi, exdirector general de la Juventus de Turín y principal responsable del escándalo de fraude deportivo conocido como Calciopoli o Moggigate, que ha declarado que en el mundo del fútbol no hay homosexuales, ya que uno que es gay "no puede ser futbolista" y que él es contrario a que estén en los equipos. "En el fútbol no hay homosexuales. Yo no sé si los jugadores están en contra de tenerlos en los equipos. Yo, por supuesto, que sí". Y Fabio Capello que echa de menos el "orden riguroso que dejó Franco", y Sinisa Mihajlovic haciendo apologia de Arkan, un líder paramilitar serbio caído.

En La Liga lo que pasa es que no han salido (todos) del armario político porqué las heridas de la guerra civil aún supuran, no como en Italia que entre la mafia/camorra, la Liga Norte, Berlusconi y sus canales, los fashionetti y la gente de bien aún se estan dando de ostias como si fueran los tiempos papales (si es que no lo han dejado de ser) y dan pie a eso, a que los Abiatti y cia. se salgan. En La Liga BBVA (nombre acutal) destacan Salva Ballesta, Javier Arizmendi y algun otro más, a parte del (ex-)cuñadísimo de Joan Laporta, Alejandro Echevarría, metido en la Fundación Franco. También está la antitesis salida del armario: Oleguer Presas. Pero por suerte esto de momento no es tan jodido como Italia, pero tiempo al tiempo.

1 comentari:

Vuelvan Karas ha dit...
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